jueves, 9 de diciembre de 2010

La no tan trágica historía del Doctor Fausto.

LA NO TAN TRÁGICA HISTORIA DEL DOCTOR FAUSTO
Cuenta una muy, pero muy vieja leyenda germana sobre las hazañas de un viejo sabio que, al no poder obtener el conocimiento absoluto, llegó a venderle su alma al diablo para aprender y dominar la magia negra y la brujería.
He aquí su historia.
En una oscura noche, encerrado como de costumbre en su gabinete de estudio, privado hace mucho tiempo del CONTACTO de la gente y también de otras cosas, se encontraba el venerable y decrepito doctor Faustus, con un libro abierto, sentado en un cómodo y suave sillón, leyendo, ¿las artes amatorias del Kamasutra? No!
El doctor Faustus, hastiado hasta los cojones en estudiar toda su mísera y paupérrima vida, materias tales como la Medicina, Química, Política y Teología, hasta inclusive… SEXOLOGÍA. Pero no conforme con todo esto, después de pasar casi toda su existencia con sus reflexiones y lucubraciones filosóficas, solo para concluir que todo era una jodida pérdida de tiempo y, para variar, se había convertido en un pobre vejete, con parkinson, reuma, problemas de la próstata y disfunción eréctil. Por ésta y otras razones, el doctor Faustus, había decidido aprender los secretos de las ciencias ocultas y la mafia… No! Magia, siguiendo el mismo derrotero del mago Merlín y Harry Potter. Así que, renunciando a su deseo de obtener el conocimiento absoluto, Faustus ahora ASPIRABA; no, -aspiraba del verbo anhelar-, a ser un poderoso mago.
-Hoy es otra noche, como tantas otras, y yo aquí, sólo, como un reverendo imbécil –decía el doctor Faustus para sí-, pero no; eso va a cambiar ahora mismo, señores.

Dejando aun lado su viejo libro, con gesto desdeñoso, Faustus veía a todas partes. Su espíritu parecía estar perturbado, en parte, por el ambiente desolador que reinaba en su humilde y pobre casa. Paredes viejas y despintadas; la mesa y los sucios sillones de su gabinete, sin mencionar los frascos y redomas de sus experimentos científicos, tirados por todos lados, causaban un estrés y la depresión fatal de un emo, en los ánimos del pobre viejo.
-Carajo! ¿A qué hora piensa llegar el inepto de mi criado? –dijo Faustus al borde de la ira.
De pronto, llaman a la puerta y alguien llega al gabinete del doctor. Se trataba, pues, del criado del doctor Faustus llamado Wagner.
-Soy yo doctor, Wagner –dijo este.
El doctor Faustus volvió la mirada al notar la presencia de su criado.
-Adelante! –dice este alzando el tono de su voz.
El criado entró en la habitación tras cruzar el umbral, con una lámpara en la mano, viendo a todas partes con mucha curiosidad.
-Bonita suite; hermoso penthouse, sin duda –sonríe Wagner, husmeando en la estancia con la mirada.
-Traes lo que os mandé?
Wagner le hace entrega a Faustus de un libro extraño, al parecer de magia.
Después de recibir el libro en sus manos, le ordena a su impetinente y chismoso criado retirarse.
-Como usted guste –accede Wagner de buena gana, haciendo una reverencia- . Con su permiso y buenas noches.
Diciendo esto, Wagner desaparece cerrando la puerta detrás de sí. Y Faustus, más aliviado, suelta un leve suspiro. En esa misma noche, Faustus llevaría a cabo su descabellada idea que tenía en mente, desde hace mucho. La venta de su alma a Lucifer a cambio, de ser el dueño de los más grandes poderes de la mafia… Perdón, ups… ;magia. El mortificado doctor, estaba ya, por ejecutar su plan convocando al diablo, pero… Sorpresivamente, aparece ante los ojos atónitos ojos del doctor, el ángel del bien. También había llegado el ángel del mal, quién estaba atrás del vejete.
-No debéis vender vuestra alma a Lucifer. Recordad que Dios os ama –dice el buen y noble ángel de túnicas tan inmaculadas como nieve y de resplandores aureos. A lo que el otro ángel replica:
-Si vendes vuestra alma a las tinieblas y eres un mago, tendrás el mundo a tus pies y podéis hacer lo que queráis, hasta tener a la mismísima Marilyn Monroe –comienza a tentar el ángel del cabello y túnicas oscuras, tan negras como la noche, al dirigirse al doctor.
Por un breve instante, el doctor Faustus pareció vacilante. Ahora, se hallaba en ese crucial dilema existencial de elegir entre el bien o el mal. Pero ya Faustus lo había decidido. Pese a todo, éste vendería su alma al diablo a un módico precio.
-Largaos de mi vista, ¡Ya! –manda el doctor airadamente. Y los dos ángeles desparecieron de la presencia de éste, en el acto. Pero, ¿cuánto puede valer el alma de un pobre viejecito decrepito como Faustus, quién parece más, del más allá que del más acá?



2
En la siguiente noche, el viejo doctor, dispuesto a consumar su objetivo, había preparado el oscuro ritual, para la evocación del príncipe de las tinieblas, Lucifer. De pronto, comienzan a llamar a dar de golpes a la puerta. Faustus, con gesto contrariado, abre la puerta y,…Oh sorpresa! Llegan más invitados indeseados y entrometidos. Ellos eran Cornelio y Valdés, dos doctores ‘’expertos’’ en nigromancia y magia negra.
-Tenga muy buenas noches, doctor –saludó Cornelio cortésmente.
Aquellas personas, que eran igual o peor que Faustus, habían acudido a casa del doctor, para festejarle su cumpleaños número ciento uno.
-A todo esto, ¿cuál es el motivo de vuestra visita?-pregunta Faustus notoriamente confundido.
Tanto Cornelio como Valdés, se miran el uno al otro con gesto de sorpresa. El doctor Faustus, además de ser un viejito gruñón y cascarrabias, de vez en cuando, padecía de lagunas mentales, de manera que este, no recordaba que hoy, era su cumpleaños, para fortuna de los ‘’invitados’’, que olvidaron acudir con regalos. En esa ocasión, Faustus estaba por conjurar al diablo, y también de mandar al diabloa los impertinentes invitados.
-¿No adivinas el motivo de nuestra visita? –pregunta Valdés a boca de jarro.
-¿Qué día es hoy? –pregunta Cornelio a Faustus.
El doctor cruza los brazos sobre el pecho, adoptando un aire serio y pensativo.
-La verdad es que eso no lo sé, caballeros. Pero, ¿pueden decirme cuál es el motivo de vuestra visita?
-Queremos presenciar la conjuración del demonio. Así nos lo informó Wagner, tu criado.
‘’Tenía que ser ese maldito chismoso de Wagner, metiendo las narices dónde no debe’’, decía el doctor Faustus en su fuero interno. En ese momento, hacía acto de presencia, ni más ni menos que Wagner, el criado del doctor.
-Vaya, y hablando del diablo –musita Faustus algo malhumorado, mirándolo de reojo.
Sin embargo, esa misma noche, sucedión algo inesperado. Pero antes de eso, Wagner les hizo una demostración de su magia a los invitados. Cornelio y Valdés abandonaron la casa del doctor, como almas que lleva el diablo, a causa del espíritu maléfico conjurado por Wagner, quienes aterrorizados, huyeron de la presencia del viejo en un santiamén. En ese misma noche, poco después de la retirada de Wagner, el doctor Faustus hizo preparativos para el rito diabólico.
Se fue a un lugar desierto de Kundling, y allí, con el libro de magia entre sus manos, comienza a declamar el hechizo y las palabras adecuadas y abracadabra! Sopló un fuerte viento, del suelo surgío un pentaclo dibujado, que empezó a brillar tenuemente en las sombras de la noche, a su vez, el viento formaba una espiral a su alrededor, debido a la perturbación de prana en la atmósfera, y bla, bla, bla…
Aunque no apareció el demonio, como se suponía, sino un perro de aguas. Ante esto, Faustus estaba más que sorprendido. ¿Será acaso que usó el libro de magia equivocado?
-¿Pero qué significa todo esto? –preguntaba el viejo doctor Faustus, como si le jugaran una pesada broma-. Algo salió mal en el conjuro. Me doy cuenta que los secretos de la Clavícula son puros cuentos chinos como Santa Claus o el Yeti. Faustus vuelve a su casa, completamente jodido al, aparentemente fracasar en su cometido, y su perrito, con el rabo entre las piernas. Faustus observa bien al can. Cuando de repente, el lanudo y pulgoso perro miccionaba en una de las piernas del doctor, creyendo el pobre animal, que la delgada pierna del viejo era algún tronco de un árbol.
-Solo esto me faltaba.
Faustus frunce las blancas cejas y sacude la orina del perro que, incidentalmente, le había mojado una pierna.
-Eres un perro feo y malo.
El can comienza a ladrar hostilmente y a correr por todas partes del interior del gabinete del doctor. ‘’Tengo que deshacerme del condenado animal, o si no va a destruir toda mi casa’’, se dijo el doctor Faustus para sí. Pero este no consiguió deshacerse del perro de aguas tal y como había pensado, hasta la tercera noche. De pronto, mientras Faustus estudiaba el Kamasutra en su gabinete, llega su criado Wagner, con su pijama de la Pantera Rosa.
-Dispense usted doctor, pero alguien lo busca y además, manifiesta ser dueño del perro y desea llevárselo.
-Por mi parte, puede llevarse ese mugroso animal a la sociedad protectora de los animales o al mismo infierno –respondió el doctor Faustus con mucho enojo.
Pero el doctor Faustus ignoraba por completo que, aquel visitante venía desde los mismos infiernos. Al cabo de otro rato, Wagner regresa con el viejo.
-Doctor Faustus, el dueño del perro desea verlo en persona. ¿Quiere que lo haga pasar?
Y Faustus, interrumpiendo su interesante y educativa lectura accede y ordena a Wagner.
-Ea, que pase, pero que sea breve.
No había transcurrido ni un minuto cuando el nuevo visitante aparecía en el gabinete de estudio del doctor, como si de una aparición se tratase, ante los ojos del doctor, con un leve ‘’aroma’’ a azufre, un tremendo tufazo y con un mal hedor, que parecía no heberse bañado en siglos. Al verlo, el doctor Faustus se cubre la nariz con gesto de asco. Entonces, hace su ingreso el dueño del perro, que era un hombre en apariencia, con el pelo negro peinado hacia atrás con gel, de barba y bigote oscuro, vestido con una capa roja y un elegante traje negro.




3
El misterioso visitante, se había presentado ante el doctor Faustus ante sus ojos.
-Salud, mi ‘’estimado’’ doctor. Larga vida para el buen y famoso sabio de todos los tiempos –sonríe el extraño visitante, haciendo una reverencia al inclinar la cabeza a modo de respeto.
-¿Quién eres? –pregunta Faustus con mucha curiosidad. El visitante se limita a sonreir.
-He venido para llevarme vuestra alma. Digo… para llevarme a Anabrio, mi mascota.
-Espera. Primero dime quién eres tú –exige imperativamente el doctor Faustus.
Tras circundar el gabinete con la mirada, el visitante se acerca al escritorio y toma el libro de sexología de aquel viejo verde.
-No cree que está muy viejo para leer tales cosas. A su edad, ya debería jubilarse y pensar en la otra vida –observa el visitante alzando las cejas con asombro. El doctor Faustus, cubriéndose la nariz, se vuelve hacia el raro visitante.
-Estoy harto del Kamasutra y sus tonterías tántricas. Desde mañana, me volveré cristiano y leeré la Biblia –dice Faustus con censura-. Ahora sí, decidme de una buena vez, ¿quién sois?
El enigmático visitante, simulaba buscar al perro de aguas, mientras husmeaba en el gabinete de estudio.
-No lo creería si os digo quién soy de verdad.
El doctor Faustus estudiaba de pies a cabeza al extraño visitante, quién agregó.
-Sé que soy bien parecido, pero no me vea tanto que puede volverse gay.
Ante lo dicho por el visitante, Faustus empieza a santiguarse con horror.
-Dios me libre!
De pronto, Faustus recordó que Anabrio, era el nombre de un demonio menor, ya que era conocedor de la demonología. Todo aquello resultaba bastante curioso para el doctor, debido a la circunstancia en la que estaba.
-Doctor Faustus, tiene el gusto de conocer al diablo en persona.
Y este se le queda viendo con extrañeza. Después empieza a reir a todo pulmón, como hubiera oído un chiste del Chavo del 8. Esto último, no hizo mucha gracia al diablo. Y es que, aunque no se presentara ante el doctor Faustus con cuernos, cola y una cara más fea, no significaba aquello que no se tratara del mismo diablo.
-Bien os convertiría en sapo o en Laura Bozzo, sino tuviera algo por cumplir –sonríe ampliamente el diablo con malicia.
-Si de verdad eres el diablo, cuéntame cómo van las cosas en el infierno –dice Faustus de forma sarcástica.
Y el diablo, ahora con semblante serio, viendo a Faustus y sirviéndose una copa de coñac, responde.
-Muy fea la cosa. Ahora el averno está repleto de puros Papas y médicos por doquier. Con deciros, que ni yo deseo estar allá.
Pero al doctor, no le convencieron del todo las palabras del diablo, así que le dijo:
-Entonces, si de verdad eres el diablo, conviérteme en Adonis o en Elvis Presley y regálame una bella mujer. El diablo comienza a reir, porque el abuelo lo tomaba por payaso.
-Nada aún se toma en serio, pero si os concedo poderes como al mago Merlín y hace un pacto conmigo, de seguro creerá –advierte el diablo al doctor.
Finamente, el malévolo y astuto demonio sacó a flote sus verdaderas intenciones. Pero aquella propuesta no pareció preocupar en lo más mínimo a Faustus. De hecho, eso es lo que justamente anduvo buscando durante todo este jodido tiempo: Un pacto que lo una al demonio.
-He decidido vender mi alma a Lucifer, a cambio de aprender la magia negra. Así que mejor, haced rápido el contrato, antes que cambie de parecer, oh rey del averno, Lucifer. En ese momento el diabólico personaje le hace una pequeña observación.
-Os aclaro que mi verdadero nombre es Mefistófeles, y me presento en nombre de Lucifer, mi señor –dice por fin el diablo, haciendo la señal de una mano cornuda.
El doctor Faustus miró pensativo a Mefistófeles por un momento. Aún no comprendía muy bien, las pendejadas de las jerarquías infernales. ‘’O sea, que Mefisto es solo un plebeyo de su rey. Vaya curiosidad la de este pobre diablo’’,se dijo Faustus para sí. Pero este detalle no tenía importancia para éste.
Sonriendo amplia y cínicamente, el diablo crea un contrato, el cual está enrollado en un pápiro fino, traído del mismo Egipto. Entonces, Mefistófeles le hace entrega al doctor una pluma de gallo, con la cual podrá firmar dicho contrato y plasmar su firma, como garantía legal de la venta de su alma.
-Os voy a entregar mi almilla al demonio –dice Faustus estirando el rollo, listo para firmar el contrato. Mefistófeles le arrebata bruscamente el rollo al viejo, para sorpresa de éste.
-No quiero tu almilla y no intentéis pasaros de listo. Conozco muy bien el significado de esa palabra, porque también he visto arder en las llamas del infierno a Don Dimas de la Tijereta. Está claro que lo que quiero es vuestra alma!
Y cuando ya estaba por consumarse el acto, la pluma no tenía tinta, así que no podía aún firmarse el bendito contrato. Mefistófeles se maldijo por esa tremenda estupidez. Sin embargo, al tratarse del mismo diablo, esto no representaba tampoco problema para el príncipe de las tinieblas. Finalmente, el doctor Faustus habíase resuelto a firmar el contrato, para sellar su pacto con el demonio, y de paso, unirlo a este en cuerpo y alma para siempre. Pero sucedió que, cuando Faustus disponíase a firmar con su sangre, con mano temblorosa por el parkinson y no por temor de vender su alma, en la palma de la mano del anciano apareció una extraña inscripción: ‘’HOMO SEXUAL FUGE’’. Aquello dejó perplejo al doctor, que lo impulsaba a detener la mano. Faustus leía la frase una y otra vez, intentando descifrar su ‘’complejo y abstruso’’ significado, con una ceja alzada. Mefistófeles apareció de pronto al lado del viejo, y cogiéndole la mano que empuñaba la pluma, forzaba al doctor Faustus a firmar de una puta vez, el maldito contrato.
Ante esto, el astuto y pendejo diablo sonreía cínicamente, con expresión de triunfo.
-Felicidades! Ahora vuestra alma es de Lucifer por el resto de la eternidad –dice Mefistófeles arrebatándole el contrato, que se dispone a enrollar y guardar debajo de su jubón. A partir de ahora, el doctor Faustus podría hacer realidad cualquiera de sus deseos, muy al estilo de los Padrinos Mágicos, Cosmo y Wanda.
-Ahora sí, misión cúmplida. Debo marcharme.
-Espera! –dijo Faustus- No viniste para llevarte a tu perro. El diablo suelta una carcajada terrorífica. El doctor Faustus observó a Mefistófeles, con el ceño fruncido, quién le iba a servir de ahora en adelante, pues así lo indicaba la clausula z666 del contrato.
-Para su información, Anabrio no es perro.
-¿Qué es entonces? ¿perra?
-No, Anabrio es un espíritu menor que está bajo mi dominio. Tuve que ingeniármelas para entrar a casa del doctor, me retiro pero ya nos veremos otra vez –sonrío Mefisto, quién desapareció como fantasma, ante los ojos del doctor.

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